CON BANDERA O SIN BANDERA...
El 27 de enero es el gran día. Después de seis años de presentada la legítima demanda peruana, la Corte Internacional de La Haya sentenciará. Una guerra que comenzó mal y terminó peor en el Siglo XIX nos acercó geográficamente a Chile, surgiendo así una frontera entre nuestros dos países. Aunque nada nos distanciaría territorialmente, se fueron construyendo historias oficiales separadas que justificaban la acción de peruanos y chilenos en la guerra y después.
Desde entonces germinaron muchas interrogantes en nuestros intelectuales y en los peruanos de a pie: ¿por qué perdimos la guerra si unidos con Bolivia éramos más fuertes y grandes que Chile, como le escribía Diego Portales a Blanco Encalada en plena guerra contra la confederación Perú-Boliviana? ¿Era el Perú una nación o un territorio ocupado por “criollos y extranjeros” como arengaba González Prada? ¿El Imperialismo Inglés provocó e inclinó la guerra a favor de Chile? ¿No se debió firmar el “Tratado de Alianza Defensiva” con Bolivia? ¿El despilfarro del guano nos debilitó y “estaba la guerra perdida de antemano” (Basadre)? Y no son menos las preguntas contra-fácticas, tentados como estamos a resumir en un hecho o decisión el resultado no esperado del pasado: ¿qué hubiera pasado si comprábamos los buques de guerra en 1874? ¿Qué hubiera sucedido si la fragata Independencia no encallaba en Iquique y Grau no era cercado en Angamos? ¿Qué hubiera pasado si a Bolognesi le funcionaba las minas y Leyva llegaba a tiempo? ¿Qué hubiera sucedido si la heroica defensa de Lima se organizaba mejor en San Juan y Miraflores? ¿Qué hubiera cambiado si Cáceres asaltaba al descontrolado ejército chileno en un Chorrillos saqueado? No hay ni habrá respuesta sin emociones encontradas, sin suspiros de nostalgia.
La secuela del pasado y aún el presente siempre nos han puesto Chile como un tema especial: el recuerdo de la guerra, las emociones delirantes ante cada futbolístico “clásico del Pacífico”, el rechazo a sus inversiones, la disputa por el origen del pisco. Sin embargo, este no podía durar mucho: la actual integración de fronteras (20 mil chilenos cruzan cada fin de semana hacia Tacna), la migración de los 137mil a 160 mil peruanos en Chile y sus vivencias, el intercambio comercial y de las mutuas inversiones que dan empleo y servicios múltiples, y los desafíos en el marco de la “Alianza del Pacífico” y más temas, han venido forjando nuevas miradas entre ambos países. Hugo Otero, ex embajador del Perú en Chile, hacía referencia a la procesión del Seños de los Milagros en Santiago, cargado y seguido por peruanos y chilenos, como un acto simbólico de integración muy conmovedor.
Hay tema críticos, no lo dudamos. Es para reflexionar que Jorge Tarud (quien denuncia una filtración del Fallo) y Gabriel Gaspar (teórico del supuesto “irredentismo peruano”) sean de la izquierda chilena, en el gobierno otra vez. Sin embargo, creemos como el historiador Daniel Parodi que “el fallo es una oportunidad para curar viejas heridas”. Y agregamos: una circunstancia para mirar el futuro con nuevas preguntas.
Perú y Chile están frente al Océano Pacífico, que es el mar del futuro. Crecen económicamente y tienen agendas similares por resolver mirándose mutuamente. Por ello ¿cómo mejoramos nuestra gobernabilidad democrática? ¿Cómo fortalecemos la frontera común entre Tacna y Arica? ¿Cómo optimizamos nuestra educación primaria, técnica y universitaria en base a lecciones mutuas de nuestras propias “vanguardias educativas”? ¿Cómo vemos el desarrollo tecnológico y la seguridad energética como desafíos comunes de manera que ambos países ganemos? ¿Cómo hacemos que nuestros migrantes se sientan ciudadanos dignos en ambos países?
Con estas preguntas y otras, con el mayor respeto por Chile, izaré mi bandera el 27 de enero. Otros peruanos expresarán su sentimiento de manera distinta. Con bandera o sin bandera, tenemos una historia que honrar y un futuro que construir. El niño héroe Manuel Bonilla, estudiante guadalupano, murió defendiendo Lima a los 14 años, a la edad del mayor de mis hijos y de tantos niños o adolescentes, a quienes lo mejor que le podemos heredar son países en desarrollo, mirando al futuro en paz, lejanos a toda guerra.
(Publicado en el Diario La República, 19 de Enero del 2014)