PARTIDOS SIN BASE
¿Se puede legislar electoralmente y hacer reformas de partidos con "Partidos sin base"?
El segundo diálogo se ha centrado en la reforma política que consiste en algunas medidas que para cierta comunidad intelectual y analistas mejoraría considerablemente la representación política y la calidad de los partidos (control del financiamiento, eliminación del voto preferencial, alternancia de género, el castigo de la “curul vacía”, etc.). La discusión parte de arriba (comunidad intelectual y política) y esa es una de las deficiencias de la llamada reforma del sistema político: la ausencia de partidos responde más a una carencia de dirigentes con vocación real de construir partidos y a nuestra dinámica social; no al incumplimiento de fórmulas legislativas.
¿Los asistentes al segundo diálogo, de verdad son líderes de partidos políticos o de partidos “en formación”? Existen legalmente, pero una reforma política-electoral tiene que darse en paralelo a una voluntad política por construir partidos de verdad. ¿Dónde están las bases de esos partidos?, ¿dónde y cuándo se reúnen?, ¿se movilizan?, ¿qué temas debaten?, ¿se capacitan?, ¿hay tendencias internas?, ¿tienen un inserción en lo social? No exigimos aún una claridad programática, pero sí que los voceros de los partidos lo sean de partidos de verdad y que representen también identidades políticas, colectividades cívicas y sociales, tendencias, corrientes, emociones, tradiciones, etc. Y que la sociedad peruana los considere intermediarios institucionalizados de sus diversas demandas y expectativas.
En este proceso habrá que lidiar con la antipolítica, el escepticismo colectivo, el individualismo, las informalidades, la expansión de mercantilismos y clientelismos. Pero no podemos resignarnos a ser una sociedad sin instituciones, a partidos sin base, a representaciones sin representados, a dirigentes sin dirigidos, a leyes de partidos sin partidos, a partidos sin bases.
La sociedad peruana es todo un desafío, pero no es imposible que existan partidos. El Apra lleva casi ya ocho décadas de historia y es consciente de sus desafíos. El fujimorismo es una identidad en formación e impronta familiar, pero tiene sus bases. ¿Pero y los otros “partidos”? No dejan de ser marcas familiares o "partidos-RSL" o universidades-partidos o caudillismo regional expansivo o ilusiones de variadas “izquierdas”. Y legislar sobre estos últimos es sembrar futuras decepciones.
Publicado en Exitosa Diario, 5 de marzo del 2015