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Urgencias sociales y laborales

El modelo peruano debe incorporar varios temas sociales y laborales que los ciudadanos sienten cotidianamente y sobre los que esperan una respuesta.

Publicado: 2015-03-29

El modelo peruano (inversión y apertura) tiene urgencias sociales y laborales que no se afrontan por sesgos tecnocráticos, intereses privados, ligerezas de “opinólogos” o falta de voluntad política. La sociedad peruana ha crecido y las posibilidades de redistribución y de hacer obras son mayores; pero en la vida diaria de la gente se mezcla más consumo con inseguridad, reclamos y malestares. 

1. Un panorama social aún adverso. El empleo ha dejado de crecer. De acuerdo con el Ministerio de Trabajo, en enero del 2014 el empleo urbano-formal creció sólo 1.1%; en julio del 2011 el empleo creció 6,7%. La pobreza se ha reducido al 23% del 27% que recibió el presidente Humala. El gobierno anterior lo recibió en 46%. Reducir sólo 4 puntos en cuatro años de gestión es retroceder. Sumado a ello, la inseguridad ciudadana se extiende, los niveles de desconfianza en las instituciones crecen, la calidad de la protección social es deficiente y los niveles de corrupción se incrementan en forma alarmante. La credibilidad y legitimidad de las instituciones son mínimas. Según IPSOS, la aprobación del gobierno es 20%, del Poder Judicial 14% y del Congreso 12%.

2. La falta de voluntad política. Los factores externos tienen un peso, pero es crítico que diversos proyectos de inversión estén en el limbo o paralizados por falta de voluntad política, temores o trabas burocráticas. La paralización del proyecto minero Tía María (Arequipa) es síntoma de un problema mayor de pérdida de confianza, ausencia de estrategia e ineficiencia desde el Estado. Es sabido que no es posible apuntalar inversiones si no propicias confianza en los sectores empresariales, y además si no impulsas nuevas formas de acuerdos con los actores sociales.

3. ¿Y la cuestión laboral? Una agenda social tiene que afrontar adecuadamente el tema de la calidad del empleo sin reducirlo al sambenito de los “sobrecostos laborales”. Es preocupante lo publicado en la Revista de la CEPAL de diciembre pasado (artículo de Abeles, Amarante y Vegas): el Perú es uno de los países con menor participación salarial del ingreso total en América Latina, sólo el 27% del total de ingresos son salarios. Por debajo de Chile (46,5%) y Colombia (44,5%). Ello se traduce en trabajadores mal retribuidos sin derechos laborales mínimos. Una de las lecciones del recomendable libro Gamarra Invisible (editado por Moisés Rojas- San Marcos 2014) es ver la “informalidad” desde las diversas perspectivas de precariedad, negociación, capacitación, contactos y progreso pero desde el trabajador. Necesitamos una agenda simultánea de formalización, empleabilidad, productividad, pero también de redistribución y equidad a favor de los trabajadores.

4. Más allá del no ser pobre. La pobreza se ha reducido, es un avance importante. Pero una familia no-pobre estadísticamente es aquella que siendo cuatro miembros (padres y dos hijos) reciben ingresos mensuales por encima de 1,168 soles. Son ingresos que pueden resolver lo fundamental (una canasta básica de consumo), pero no le permiten a esta familia que sale de la pobreza a acceder a educación, salud o crédito. Los no-pobres aún tienen necesidades insatisfechas, demandan servicios de calidad y oportunidades de progreso. Ello y su no-regresión a la pobreza es un desafío.

5. Ampliar educación post-secundaria. La clase media está en expansión, los servicios educativos son diversos, pero no se ha incrementado la productividad para hacer más sostenido el crecimiento y competitividad. Para ello es clave la cobertura y calidad de la educación post secundaria o terciaria de los trabajadores. Los países más desarrollados tienen porcentajes altos de su población referencial matriculada en educación superior (universitaria o técnica). De acuerdo al informe BID-OIT, el Perú tiene 40% de matriculados en educación terciaria; los países OECD cerca de 80%; Corea sobre el 90%; Chile en 60%. Un avance real de inclusión educativa y laboral sería que alcancemos el 60% en un plazo política y técnicamente consensuado.

Recuperemos el crecimiento incorporando políticas creativas que resuelvan estas y otras urgencias sociales y laborales. Lamentablemente estos objetivos o su discusión se diluyen en un contexto de polarización extrema, perdiéndose la posibilidad de hacer más por más peruanos y dar continuidad a políticas tan urgentes.

Publicado en el Diario La República, 29 de marzo del 2015


Escrito por

Javier Barreda

Sociólogo PUCP, docente. Escribo. Ex Ministro de Trabajo. Ex- Vice de Promoción del Empleo y de Desarrollo Social. Director Editorial UNFV


Publicado en

Búfalo de pradera

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