La utopía laboral
De acuerdo a la encuesta de Datum los peruanos tenemos una aspiración laboral y sindical muy grande que contradice el permanente reclamo a una "reforma laboral" que la tecnocracia como panacea.
El mundo laboral tiene dos miradas principales. La del tecnócrata y la del trabajador. En los primeros hay una prioridad que se llama “reforma laboral” y en los segundos hay una aspiración que es la protección y aspiración a derechos, que están escritos en diversas normas y leyes peruanas y poco se cumple. La “Ley Pulpín” era exacta en el papel, cuadraba en la ecuación de los incentivos y no incentivos, pero se tropezó en la calle con los jóvenes y trabajadores, formales o informales.
Y es que en el Perú la cultura de los derechos laborales está sumergida en las mayorías. Incluso en el mundo informal en el que se encuentra el 55% de jóvenes laborando sin contrato. Las reformas laborales que se discuten en gabinetes, tienen dos problemas. Primero, es su poca coherencia técnica. Segundo, es que a pesar de la informalidad, la volatilidad de puestos de trabajo, la presencia mínima de sindicatos, la diluida autoridad laboral y la incipiente capacitación de gran parte de trabajadores, hay una especie de utopía laboral. Una aspiración inalcanzable a un puesto seguro, estable, con derechos garantizados; que es casi imposible de tocar. Pero aspiramos a ese mundo laboral, que el capitalismo permitió por décadas y que la globalización hoy relativiza, aquí y en tantos países.
La última encuesta de Datum, sobre segmentación ideológica de los peruanos, confirma la existencia y crecimiento del 2014 al 2015 de este sueño o utopía laboral. Los peruanos que aspiran a una legislación que limite el despido, las malas condiciones de empleo y garantice mayor protección al trabajador se incrementan de 35% a 38%. Y los que prefieren una legislación especial protectora contra el despido y las malas condiciones sube de 45% a 50%. El segmento que considera que los contratos deberían ser menos regulados (más flexibles) baja de 20 a 12%.
También hay un crecimiento en la valoración y necesidad de los sindicatos. Los que consideran que deberían ser financiados por el Estado sube de 39% al 45%. Y los que piensan que deberían tener funciones especiales aunque no financiamiento público sube de 36% a 39%. Mientras lo que piensan que los sindicatos deberían recibir el trato como cualquier asociación bajan de 25 a 19%.
Peruanos más pragmáticos, más individualistas, menos “ideologizados”, flexibles y autoempleados, sin militancia y renuentes ─paradójicamente─ a los sindicatos, esconden una utopía laboral que se activa coyunturalmente, para luego esconderse en la cotidianidad. Pero ahí está, latente.
Publicado en Exitosa Diario, 25 de junio del 2015