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La sociedad del plagio

El pla­gio siempre paga y más aho­ra, porque las redes tienen mil ojos y oídos.Los programas los detectan con facilidad. Es extraño que el plagiador de hoy no advierta ello y ello tiene consecuencias.

Publicado: 2016-09-22

No había en los 80′ programa infor­mático que detec­tase un plagio, pero el dato llegó. El Programa Pul­so, que dirigió Alfonso Teal­do, era de alta audiencia. La política se hacía televisión ante las preguntas de Teal­do y su ansioso panel de in­vitados. Un joven político lla­mado Raúl Ferrero Costa se estrenaba ahí; ese día terminó su carrera política y televisiva (momentáneamente). César Hildebrandt le enrostró que su artículo publicado en el dia­rio Expreso era un plagio. De­but y despedida. Se le apodó, luego, el Doctor Xerox. El pla­gio siempre paga y más aho­ra, porque las redes tienen mil ojos y oídos. Los programas los detectan con facilidad. Es extraño que el plagiador con­temporáneo no advierta ello. 

Después, se han conocido otros casos. El del talentoso escritor Fernando Iwasaki, el divertido Alfredo Bryce, el erudito Guillermo Giaco­sa y más. El cardenal Cipria­ni también cayó en plagio y no son pocos los anteceden­tes congresales y multiparti­darios de plagios que ahora se evocan a razón de los pro­yectos de ley copiados y re­conocidos por el congresista Elías Rodríguez. La Universi­dad Complutense nos debe una respuesta contundente sobre la tesis doctoral de Cé­sarAcuñaPeralta, promotory dueño de universidades. Ho­norables miembros del Poder Judicial han sido sorprendi­dos con sus plagios en la mesa, en abultadas tesis de maes­tría o doctorado.

Sin embargo, el plagio no es un vicio exclusivo de “arriba”. Es parte de una sociedad que asciende laboral o académi­camente plagiando. Docen­tes, estudiantes o consultores (caseros en el Estado) pueden caer en este facilismo de co­piar y pegar lo que ya otros trabajaron. “El Rincón del Vago” o “Monografía.com” son sitios donde se sustrae todo tipo de trabajo, ensayo universitario, artículo para al­gún libro, tesis, etc.

Observa­mos cientos de anuncios que dicen “hacemos tesis y mono­grafías” y vemos en nuestras calles un sinfín de productos plagiados, copiados o imita­dos. Entonces el plagio abre las puertas a la cultura del fa­cilismo; ayuda a baipasear re­quisitos que universidades o concursos laborales ponen al frente de tantos.

Así, los plagios no son pe­cados individuales y excep­cionales. Son “hechos socia­les” que están arriba, abajo y al centro. En jirón Azángaro -a pocos metros del Palacio de Justicia- nació el pecado y la sociedad lo consintió. Pero si desde la política se consciente, justifica y no castiga esta prác­tica, entonces imposible que se pueda superar la sociedad del plagio y la desconfianza a la política. El plagio, consenti­do o no, tarde o temprano, te trae sorpresas. Es una menti­ra latente, pero -en política-te condena casi para siempre. Aunque depende de la suerte o astucia del político. 

Publicado el 22 de setiembre del 2016, en Exitosa Diario. 


Escrito por

Javier Barreda

Sociólogo PUCP, docente. Escribo. Ex Ministro de Trabajo. Ex- Vice de Promoción del Empleo y de Desarrollo Social. Director Editorial UNFV


Publicado en

Búfalo de pradera

Un blog de Javier Barreda