La sociedad del plagio
El plagio siempre paga y más ahora, porque las redes tienen mil ojos y oídos.Los programas los detectan con facilidad. Es extraño que el plagiador de hoy no advierta ello y ello tiene consecuencias.
No había en los 80′ programa informático que detectase un plagio, pero el dato llegó. El Programa Pulso, que dirigió Alfonso Tealdo, era de alta audiencia. La política se hacía televisión ante las preguntas de Tealdo y su ansioso panel de invitados. Un joven político llamado Raúl Ferrero Costa se estrenaba ahí; ese día terminó su carrera política y televisiva (momentáneamente). César Hildebrandt le enrostró que su artículo publicado en el diario Expreso era un plagio. Debut y despedida. Se le apodó, luego, el Doctor Xerox. El plagio siempre paga y más ahora, porque las redes tienen mil ojos y oídos. Los programas los detectan con facilidad. Es extraño que el plagiador contemporáneo no advierta ello.
Después, se han conocido otros casos. El del talentoso escritor Fernando Iwasaki, el divertido Alfredo Bryce, el erudito Guillermo Giacosa y más. El cardenal Cipriani también cayó en plagio y no son pocos los antecedentes congresales y multipartidarios de plagios que ahora se evocan a razón de los proyectos de ley copiados y reconocidos por el congresista Elías Rodríguez. La Universidad Complutense nos debe una respuesta contundente sobre la tesis doctoral de CésarAcuñaPeralta, promotory dueño de universidades. Honorables miembros del Poder Judicial han sido sorprendidos con sus plagios en la mesa, en abultadas tesis de maestría o doctorado.
Sin embargo, el plagio no es un vicio exclusivo de “arriba”. Es parte de una sociedad que asciende laboral o académicamente plagiando. Docentes, estudiantes o consultores (caseros en el Estado) pueden caer en este facilismo de copiar y pegar lo que ya otros trabajaron. “El Rincón del Vago” o “Monografía.com” son sitios donde se sustrae todo tipo de trabajo, ensayo universitario, artículo para algún libro, tesis, etc.
Observamos cientos de anuncios que dicen “hacemos tesis y monografías” y vemos en nuestras calles un sinfín de productos plagiados, copiados o imitados. Entonces el plagio abre las puertas a la cultura del facilismo; ayuda a baipasear requisitos que universidades o concursos laborales ponen al frente de tantos.
Así, los plagios no son pecados individuales y excepcionales. Son “hechos sociales” que están arriba, abajo y al centro. En jirón Azángaro -a pocos metros del Palacio de Justicia- nació el pecado y la sociedad lo consintió. Pero si desde la política se consciente, justifica y no castiga esta práctica, entonces imposible que se pueda superar la sociedad del plagio y la desconfianza a la política. El plagio, consentido o no, tarde o temprano, te trae sorpresas. Es una mentira latente, pero -en política-te condena casi para siempre. Aunque depende de la suerte o astucia del político.
Publicado el 22 de setiembre del 2016, en Exitosa Diario.