NI DE BAMBAS
Para que Apurimac, no repita lo que pasó en Cajamarca, el modelo distributivo minero debe revisarse, para que los entornos comunales tengan mayores beneficios.
La muerte del ciudadano Quintino Cereceda ha traído los reflectores nuevamente sobre el proyecto Las Bambas y la reacción popular frente al mismo. Ya en el gobierno anterior sufrimos la paralización de varios proyectos mineros, por falta de definiciones coherentes y homogéneas del Poder Ejecutivo. En el tema de las inversiones mineras un día se amanecía “con la gran transformación” y al otro con “la hoja de ruta”, pero mayormente existía una ausencia de definiciones y de liderazgo sobre la cuestión minera.
Apurímac tiene importantes proyectos mineros; se dice que el 23% de esta inversión está en esta región, que si bien ha mejorado sus índices de pobreza, sigue siendo pobre. Del 2012 al 2013, bajó la pobreza 12 puntos, a 43%. En el 2015 su pobreza monetaria el INEI la calculaba entre 34% y 38%. Los no pobres en el Perú no son clase media, son en gran parte “familias vulnerables”. En Apurímac son vulnerables dedicados a la agricultura y a los servicios de subsistencia. El ingreso promedio per cápita mensual en Apurímac es algo más de 400 soles, casi la mitad del promedio nacional y el tercio del ingreso de los limeños. Claro, son promedios. Las cifras enseñan como siempre una parte de la realidad.
Por ello, acierta José Carlos Requena (El Comercio, 16 de octubre, 2016) cuando escribe que “el optimismo económico contrasta con la realidad política” de Apurímac. Su crecimiento del PBI viene de abajo, pero de muy abajo, y convive con una cultura política reivindicativa y social. En la primera vuelta Verónica Mendoza obtuvo el 50,2% de los votos; el fujimorismo obtuvo el 33%. En la segunda vuelta Peruanos por el Kambio subió de 5,2% al 52%; PPK ganó por 7500 votos. En Cotabambas y Grau, donde está el importante proyecto minero, PPK ganó la segunda vuelta, pero el Frente Amplio obtuvo 56% y 63% en la primera vuelta. Un voto prestado en provincias con demandas distributivas que se incrementarán ante la activación de la necesaria producción minera. Solo Las Bambas significa 4200 millones de dólares de inversión y el proyecto minero Haquira 2900 millones y hay más.
La tragedia de Cajamarca no se puede repetir en Apurímac. Después de décadas de inversión y explotación minera, Cajamarca es la región más pobre del Perú. Que no se repita la historia. El modelo distributivo minero debe revisarse, para que los entornos comunales tengan mayores beneficios. En las últimas elecciones, Alan García propuso el canon comunal y debatir la propiedad misma del subsuelo. En la cuestión minera es urgente un nuevo modelo incluyente de distribución y desarrollo. Las Bambas y otros focos de inversión y conflicto no requieren de soluciones bambas; ni de bambas.
Publicado en Diario Exitosa, 20 de octubre del 2016