“Entonces conocerán la verdad y la verdad los hará li­bres”, les dijo Jesús -de acuerdo al Evangelio de Juan- a los judíos que incrédulos cuestionaban su palabra. La verdad nos hace libres, el saber realmente qué sucede o sucedió libera, aunque en algunos casos tenga un efecto desgarrador, una inmensa decepción, un golpe de frustra­ción, no pocas tristezas. La verdad puede ser dura, estro­pear emocionalmente, pero nos libera del vivir engañados en la oscuridad colectiva. 

Pero esta verdad se alcanza cuando se abren ojos y oí­dos, como se describe bien en aquel versículo de Juan sobre la verdad de la palabra de Jesús. Cuando los pueblos abren sus sentidos, pueden alcanzar la verdad, encuentran sus reales posibilidades de ser y avanzar. La oscuridad y la false­dad te llevan a la opresión. Si algún elemento oscurantista tiene alguna ideología es que su dogmatización te arranca de la verdad, de la realidad, de la responsabilidad política. Por ello, la democracia en su imperfección es preferible a la dictadura, porque en aquella puedes conocer la verdad y tratar de ser libre individual y colectivamente. Ello a pe­sar del malestar que puede conocer cier­tas verdades, como Erick From reconocía las situaciones en las cuales la libertad ge­neraba miedo.

Al Perú le han di­cho una verdad. La empresa Odebrecht (¿con el aval de sus socios-peruanos?)- han confesado que parte de sus proyectos en nuestro país se lograron con sobor­nos a políticos, gestores públicos o tecnócratas. Odebrecht lo ha reconocido en Brasil, Suiza y Estados Unidos y espera­mos nombres. Un Poder Judicial y la prensa independien­te (que estén a la altura de las circunstancias) deben decir­nos desde cuándo, cómo y con qué montos Odebrecht ganó tantos proyectos de inversión. Desde 1998 al 2016 (fines del gobierno de Fujimori y los tres gobiernos democráticos posteriores) Odebrecht ejecutó obras por 16 mil millones de dólares (de acuerdo al contralor de la República). ¿Cuál fue la utilidad y cuánto la “inversión” en coimas o financia­miento de campañas y acciones adicionales como el reclu­tamiento de “contactos” en gobiernos nacionales, regiona­les y en la Municipalidad de Lima, en sucesivas gestiones?

Lo crítico es que esta es solo una parte de la corrupción política-empresarial del país. ¿La verdad vendrá? Esperemos. Y más allá de lo penal derruirá políticamente lideraz­gos y movimientos (tradicionales o nuevos). ¿Y esta verdad nos hará libres? Lo ignoramos; pero el caso Odebrecht ten­drá consecuencias radicales; la política será otra. No sabre­mos si mejor o peor, pero definitivamente será otra.

Publicado en Exitosa Diario, 12 de enero del 2017