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EnTIERRO DE HAYA DE LA TORRE 1979  rEV. CARETAS 

¿Valió la pena?

Por muchas razones, por errores propios o circunstancias que van más allá de ella misma,     al Apra le tocará ca­minar por el desierto, pero nuevos guías  la lle­varán a tierra fértil.

Javier Barreda

Publicado: 2017-01-27

Este artículo debió llamarse el Apra ante la corrupción. Pero bueno. Hace dos días conversé más de dos horas con un joven es­tudiante de bachillerato de un colegio particular de Lima. Su monografía era so­bre el Apra de ayer y hoy. Joven muy despierto y agu­do, como son los de ahora. Había leído mucho sobre el Perú. Recorrimos con lá­minas, proyecciones vi­suales y libros los grandes momentos de historia del Apra: la irrupción de Haya en las luchas obreras y las universidades populares González Prada; los gran­des principios transforma­dores del origen; el fallido levantamiento de Trujillo del 32 y la gran clandesti­nidad hasta el 45; el levan­tamiento erróneo pero lim­pio del 48; los presos y las cartas a los presos de Haya; la necesaria alianza con Prado para que miles sean libres y retornen al Perú; los apristas asesinados por Sendero Luminoso, tal vez los mejores; los dos gobier­nos apristas; los pocos que resistieron ante el primer fujimorismo. Al final escu­chamos –gracias a YouTu­be- la Marsellesa, la Mar­cha Aprista y ese himno a la vida que es el canto a los luchadores fallecidos del Apra, que compuso Lucas Cabello. Después de tanto conversar, el joven me pre­guntó si valía la pena hacer política, dados los problemas que el Apra atravesaba, o va­lía la pena ser aprista. 

El joven es nieto de apris­ta y de su familia algunos lo son. Y me puse a pensar en tantos como su abuelo que deben sufrir las noticias so­bre sospechas, culpas y res­ponsabilidades durante el gobierno aprista por el caso Odebrecht. No importa si los funcionarios hasta aho­ra implicados no son mili­tantes, el dolor es igual y casi mata el alma. Es una si­tuación difícil. Y al recibir su inquietud pensé en Manuel Arévalo y su asesinato por la espalda por esbirros de una dictadura; en los apris­tas de San Juan Miraflores y La Esperanza en Trujillo; en la compañera Juana de Chosica, que hoy, pies en el suelo y en medio de huai­cos, ayuda y habla del Apra.

Entonces le respondí que sí vale la pena ser aprista y que, más allá de uno u otro partido, vale la pena hacer política; que es mejor que lidere y haga política, lo que regenera. Si no reinarán los “poderosos” y aquellos que coimean o roban o consien­ten que otros lo hagan por conveniencia o ingenui­dad. Al Apra le tocará ca­minar por el desierto, pero nuevos guías –le dije- la lle­varán a tierra fértil. Para ello se necesita que su me­jor gente se decida de ver­dad. Que en estos tiempos de tempestades, solo los de convicción no renuncian por miedo o cálculo, luchan hasta el final; que así valdrá la pena la lucha de antes y las ilusiones de hoy. ¿Valió la pena y vale la pena aho­ra? Sí, si se hace buena polí­tica para servir, en el Apra u otro partido. Hasta el final.

Publicado en Exitosa Diario, 26 de enero del 2017


Escrito por

Javier Barreda

Sociólogo PUCP, docente. Escribo. Ex Ministro de Trabajo. Ex- Vice de Promoción del Empleo y de Desarrollo Social. Director Editorial UNFV


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Búfalo de pradera

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