¿Político pobre es pobre político?
"Hoy en sociedades de masivos pragmatismos y débiles referentes programáticos, de más consumidores– votantes, con independientes por doquier, con políticos antipolíticos, el dinero ha secuestrado a gran parte de la actividad política"
Se le atribuye la frase a un recorrido político mexicano, Carlos Hank González, un profesor de escuela que ingresó al PRI, pasando por diversos cargos de confianza y de elección, durante décadas en las que este viejo partido era el único después de su Revolución. Logró ser un influyente empresario y político mexicano que al morir se le calculó una fortuna de 1300 millones de dólares y de él es la descorazonadora frase “un político pobre es un pobre político”. Traducciones: si no tienes dinero no ingreses a la política o si necesitas más poder requieres más dinero.
La política estuvo acechada siempre por el dinero. Para no pocos el poder implicó la oportunidad que te permitiría aquella “tranquilidad” posterior o los recursos para mantenerte cercano a él. En políticos pragmatizados o seducidos por el poder, el dinero fue clave. Sin embargo, la propia sociedad les ponía límites.
En 1990 tuvimos en la campaña millonaria de Mario Vargas Llosa y el Fredemo una de las causas de su derrota. Un Perú social aún ideologizado y distribucionista, rechazó aquella retórica liberal y estéticamente millonaria. Hoy en sociedades de masivos pragmatismos y débiles referentes programáticos, de más consumidores– votantes, con independientes por doquier, con políticos antipolíticos, el dinero ha secuestrado a gran parte de la actividad política.
Ante costosas campañas políticas (de nacionales a locales) es poco claro el límite entre el financiamiento “permitido” y el “no permitido”. Las campañas están más asociadas a una inversión y una recuperación incremental.
Lo develado de Odebrecht y más empresas brasileñas como la penosa situación de Alejandro Toledo, por el pago de 20 millones de dólares a su favor, va a enraizar la auto-desconfianza colectiva (no solo sobre los políticos); pero también pone sobre la mesa la discusión acerca de los “fines” del quehacer político y la urgencia por limitar la lógica dinero-poder-más dinero-más poder.
¿Qué fue primero en el joven profesor de primaria Hank González, la ilusión política o la idea de hacer dinero desde la política?; ¿hubo alguna vez en él un sincero deseo de cambiar la realidad de Toluca?, ¿cuándo se desenganchó de la inquietud revolucionaria original y concibió la política como medio de acumulación privada, tan emblemática en México? ¿Y cuándo se jodió Alejandro Toledo?, ¿hubo alguna vez en él un sincero deseo de hacer del país un Perú posible?, ¿en los días de la Marcha de los Cuatro Suyos ya tenía aquella escala de valores con la que pensaba que es pobre ser un político pobre?, ¿no generó sospecha en quienes eran parte de su entorno sus sucesivas contradicciones? Toledo fue un outsider de partido efímero y con mucha suerte; Hank González era trajinado y polémico político de un partido longevo. Pero ambos tenían muy aprendido aquello que “político pobre es un pobre político”. Y por último, ¿hay espacio en este mundo para una política de servicio, libre del dinero? Aún lo hay.
Publicado en Exitosa Diario, 9 de febrero del 2017