El valor de Arévalo
u ejemplo y los de tantos deben servir como referente para quienes aún estén decididos a reconstruir la política en el país. Tarea inmensa para los que vienen.
¿Vale la pena contar historias de grandes en tiempos de pragmatismo e individualismo explicable pero de peligrosa antipolítica? Creemos que sí. Una nueva dirigencia política debe rescatar lo más paradigmático de los tiempos de la fundación de la política social y de masas en el Perú. Y es mejor saber que un gran dirigente obrero autodidacta fue asesinado por la espalda por resistir en sus ideales de justicia social. Esos esfuerzos se dieron en un contexto de total de adversidad contra quienes decidieron construir la democracia y el Estado social en el país.
Era el año 1937, gobernaba Óscar R. Benavides. Un año antes había anulado una elección en la cual el candidato socialdemócrata Luis Antonio Eguiguren había ganado con los votos prohibidos y masivos de un aprismo naciente y rebelde. Para las elecciones de 1936, el Apra estaba impedida “legalmente” de postular, se anuló la candidatura de Víctor Raúl Haya de la Torre y se decidió apoyar a Eguiguren. Se vivía años de barbarie de dictadura, de furias oligárquicas y resistencias intensas de hombres y mujeres valientes; de jóvenes con utopías sociales.
Manuel Arévalo, desde joven dirigente social y organizador, vinculado al grupo intelectual de La Libertad, discípulo del Antenor Orrego, amigo desde joven de Haya de la Torre, se afilió al Apra desde su fundación en el Perú. Elegido miembro del Congreso Constituyente de 1931 por La Libertad, fue parte del aquel grupo de constituyentes de la talla de Luis Alberto Sánchez, Manuel Seoane, Alcides Spelucín, Luis Heysen, Arturo Sabroso y más. Todos ellos destituidos, exiliados o perseguidos por orden de Sánchez Cerro en 1932, después de la Revolución de Trujillo. Arévalo fue exiliado, pero en 1933 retorna al Perú en clandestinidad y asume la conducción del Apra en el norte del Perú. Tiempos para valientes.
En 1937, Manuel Arévalo fue detenido en su “base” clandestina de Trujillo y bestialmente torturado por agentes de la dictadura. Era trasladado a Lima por tierra por tres agentes de seguridad. Su salvaje interrogatorio, aún en la oscuridad y sin reflectores de una prensa libre ni organismos de derechos humanos que valga, había generado una reacción popular y sindical en las haciendas de los valles del norte. En carretera, ya muy herido, justificando una absurda intentona de fuga, Arévalo fue asesinado por la espalda. Enterrado sin sacramento en el Cementerio de Huarmey, su cuerpo luego fue rescatado por militantes apristas y se ha perdido en la vorágine persecutoria de esa gran Apra naciente. Muchas versiones existen sobre el lugar de sus restos y leyendas sobre su presencia después de su muerte.
Fue un 15 de febrero, como ayer, y día igual en que Marielena Moyano fuera despedazada por Sendero Luminoso, que Arévalo fue asesinado por una dictadura hace 80 años. Valiente dirigente social, inteligente y leal al aprismo de Haya, fue su único sucesor designado expresamente por él. Su ejemplo y los de tantos deben servir como referente para quienes aún estén decididos a reconstruir la política en el país. Tarea inmensa.
Publicado en Exitosa, el 19 de febrero del 2017