El caos nuestro de cada día
Este caos se asocia a confusión y este desorden creciente o confusión irresuelta abonan la idea en la opinión pública de buscar ante todo un orden seguro, cualquiera sea éste, prometa lo que prometa. El tema sería salir del caos tras cualquier orden.
La teoría del caos nos habla de la alta posibilidad que elementos inadvertidos o inesperables modifiquen estructuras aparentemente estables. Ante los hechos imprevistos las instituciones y la política se muestran sumamente volátiles o sorprendidas. Las dinámicas aparentemente previsibles se desvirtúan por elementos inesperados. Este caos se asocia a confusión y este desorden creciente o confusión irresuelta abonan la idea en la opinión pública de buscar ante todo un orden seguro, cualquiera sea este. ¿Uno o una Trump a la peruana, que prometa, por ejemplo, la “pena de muerte” para todos “los malos”? El sablazo Odebrecht (y compañía) ha sido el principal elemento inesperado y desestabilizador, pero ya la propia definición electoral tan reñida nos hablaba de un país poco previsible por la polarización entre fujimorismo y antifujimorismo. Sin embargo, ahora, son los propios actores institucionales los que viene aportando elementos inesperados que generan una fuerte sensación (arriba y abajo) de caminar diariamente en el caos.
Un primer elemento pro caos: la Procuradoría. El Ministerio Público ha desarrollado una estrategia, que puede ser discutible, pero que ha cercado a dos ex presidentes (Toledo y Humala). Ello no es poca cosa; sin embargo desde la Procuraduría (que depende del Ministerio de Justicia) se han generado acusaciones para todos los lados, sin sustento ni evidencia que justifique el despliegue de las propias procuradoras poco consistentes jurídicamente, involucrando apresuradamente a los Presidentes Pedro Pablo Kuczynski y Alan García (como reconoce en la editorial del Comercio de ayer) y a otros. Julia Príncipe, que expresó histriónicamente su asco ante el pedido de coima de Toledo, respalda en comunicado a sus procuradoras y la procuradora Ampuero sustenta que la acertada colocación de sus ovarios (de mujer firme, entiéndase) es la garantía de su verdad. Prima una (incontrolable) carrera por los reflectores sobre un rol firme y profesional en defensa del Estado. Así como un sistema democrático requiere un sólido cuerpo de procuradores, con garantías, profesional y eficazmente; esos mismos procuradores deben ser consistentes y estar a la altura de la responsabilidad institucional y sustentar con solvencia sus acusaciones. Es un tema de calidad de los procuradores; no se resuelve con el reglamento anunciado.
Segundo elemento pro caos: las distancias gabinete –bancada oficialista. La diferencia –salvo excepciones- se refleja todos los días en los medios. ¿Quién puede realinear esta relación tan descoordinada? ¿Existe un desdén desde cierta tecnocracia en el Estado sobre la calidad y el origen “meramente político” de su bancada parlamentaria y de lo político en general?, ¿la reacción de la bancada es una respuesta a su poco involucramiento desde el Ejecutivo en los temas más claves de gobierno? ¿Quién reordena el bloque ejecutivo-congreso del gobierno para mermar la sensación de caos?
En estas circunstancias (más paralización económica, fenómenos climáticos desbordantes e incremento de la inseguridad cotidiana), las acciones principales que combatan el caos deben venir del bloque de gobierno. Los otros actores políticos tiene sus roles, pero recuperar el centro de la iniciativa es la misión urgente de quienes ganaron las elecciones. Aún hay tiempo.
Publicado en Exitosa Diario, 9 de marzo del 2017