Jofré del Apra y Ramón de La Última Tarde
Comparar ficción y realidad para analizar personajes reales e irreales en la política. Jofré Fernandez del Apra y Ramón un ex emerretista, son formas distintas de ver la aventura y la misión política; uno militante hasta el final, el otro en el desencanto temprano.
La película de Joel Calero, La Ultima Tarde, es peruana y recomendable. Es la historia de un ex emerretista, que desencantado de él y en el sistema, se encuentra con su esposa tras 19 años para firmar el divorcio. La película es un largo y rico diálogo de ajustes de cuentas sentimentales y también políticas y de ella se derivan lecciones de vida. Ramón (Lucho Cáceres) ha dejado la subversión y logra retornar a la vida común sin pagar culpas, pero asimilado y reprimiendo una “concepción del mundo” que no ha cambiado mucho. Su esposa Laura (Katerina D’Onofrio), publicista ahora, dejó esa “militancia” y a él, por la inútil violencia desatada; que para ella, “era absurdo seguir”.
Tras la película recordé la biografía de Jofré Fernández, un viejo militante aprista nacido en Huánuco, adherido al Apra desde muy joven; diputado y ministro de Justicia. Falleció hace un mes. El Jofré del Apra, a diferencia del Ramón de La Última Tarde, no dejó la militancia política. Hasta que su salud lo permitió hacía intensa y consecuente vida partidaria. Estaba atento a su partido y a pesar de adversidades, estaba siempre en el puesto que el partido le asignaba hasta los años 90 y después.
La ficción y la realidad ayudan a comprender historias de vidas de cada tiempo. ¿Qué tipo de militancias políticas son para toda una vida?, ¿cuándo la militancia activa (y hasta la violencia política como la de Ramón) deja de ser norte de vida?, ¿por qué algunos –como Jofré y más-fueron militantes hasta el final y no cayeron en el desencanto de Ramón?
Los viejos militantes (apristas, populistas, pepecistas o socialistas) son en general quienes desde jóvenes se adhieren a causas carismáticas, populares y democráticas, que marcan sus vidas de tal forma que no dejan de ser y activar tras aquellas banderas, como Jofré. Ramón ya no es emerretista, ¿pero no lo es porque ya no cree en lo que llevó a la “lucha armada” (delatada a medias en la película) o porque ya no puede ir a la “lucha armada” por falta de “condiciones objetivas”? Una pregunta sobre los ex miembros de los grupos terroristas o subversivos, es si su “rendimiento” también implicó renunciar a una visión del mundo (sectaria, maniquea y violenta).
Lo trágico en Ramón, ex emerretista, es que aquel “pueblo” sujeto de revolución, hoy es su mercado de colocación de microcrédito con altísimos intereses. El mismo no cree de lo que vive, pero qué se hace. Su violencia está reprimida como se delata en su reacción ante quien robaba el carro de Laura o cuando retorna al pasado en los baños del juzgado. Ramón es desencanto en una tarde de desilusiones sin fin. Jofré Fernández fue un viejo militante democrático y encantado hasta su última tarde. Pero estas necesarias, largas y viejas militancias democráticas ya son pocas en un mundo raro.
Diario Exitosa, 25 de mayo del 2017